Ahora que por fin está nevando, Alberto Iñurrategi nos habla de uno de los mayores peligros de la nieve: las avalanchas. Tomando como punto de partida el libro "Avalanchas, nociones imprescindibles" de Bruce Tremper, nuestro friend repasa los tipos de accidentes por avalancha, las medidas de seguridad y la importancia del factor humano.

Por fin llegó la nieve, ha tardado el invierno en vestirse de blanco, pero el Pirineo luce ya en todo su esplendor. Estábamos ansiosos, con los dientes más afilados que los propios esquís. Dice un refrán en euskara, que la nieve de octubre trae consigo un invierno de siete meses. Quizás por ello, después de aquella lejana nevada de octubre los esquiadores de montaña se las prometían felices, pero desde entonces han sido contadas las ocasiones en las que hemos podido disfrutar de la nieve.

Pero ha llegado, un manto generoso cubre ya el Pirineo, y, esta vez sí, una avalancha de montañeros con hambre de nieve foquea ya en nuestras montañas, intentando recuperar el tiempo perdido. Y hablando de avalanchas, en este invierno recién estrenado, hoy toca hablar de uno de los mayores peligros de la nieve.

Estas últimas semanas he estado leyendo con interés el libro de Bruce Tremper, "Avalanchas, nociones imprescindibles" (Verticualidad 2017). Tremper es una de las mayores eminencias en esta materia y varias frases suyas se me han quedado grabadas: “Las laderas donde se pueden producir avalanchas son estables en el 95% de los casos. En el 93% de los accidentes por avalancha, el alud lo desencadena la víctima o algún miembro del grupo. Hay dos clases de accidentes por avalancha: los primeros (dos tercios del total) son causados por simple ignorancia, y a través de una buena formación, serían fáciles de evitar. Los segundos, son los accidentes donde la o las víctimas sabían que existía un riesgo, pero procedieron de todas formas”.

Prudencia y seguridad son sinónimos en montaña. La gran mayoría de montañeros que nos movemos en invierno sabemos a pies juntillas cuales son las normas: llevar siempre DVA (Arva), pala y sonda, casco, cuchillas, piolet y crampones, mantener una distancia de seguridad, para que nunca haya más de una persona expuesta al peligro al mismo tiempo… Pero de la teoría a la práctica muchas veces dista un alud de pretextos: “Arva para qué, si hoy no hay riesgos”; “la pala no me entra en la mochila, fuera, así iré más ligero”; “no tengo sonda”; “no va a hacer falta crampones, hoy tendremos polvazo”… Pero en ocasiones, luego vienen las lamentaciones, que si las condiciones han cambiado de una vertiente a otra, que para los últimos metros a cima hacen falta crampones, que en esta media ladera iría mucho mejor con cuchillas…

Si uno rebobina la película de su vida seguramente recordará muchas decisiones erróneas tomadas en montaña y, sin embargo, en la mayoría de ocasiones la suerte está de nuestro lado; por lo general, esa placa de viento que no hemos percibido aguanta nuestro paso; normalmente salvamos sin percances ese tramo delicado que hemos pasado sin crampones… Pero a veces los accidentes ocurren. Tremper recoge en su libro unas conclusiones de un estudio sobre avalanchas ocurridas en Huesca, y remarca que las técnicas de rescate están poco difundidas, que muchos de los implicados en accidentes no llevaban Arva y la mayoría no respetó las medidas de seguridad básicas para transitar por zonas de peligro de aludes.

Se trata de una lectura recomendable, para después de una buena esquiada. Para muchos, uno de los mejores libros que existen sobre avalanchas. Es especialmente destacable el capítulo completo que dedica al factor humano. En opinión de Tremper es mucho más peligrosa la mente del esquiador que el propio terreno o la nieve. “Puedes saber mucho de nieve y tener muy claro cuál es el terreno más seguro, pero en ocasiones tu mente toma la decisión equivocada”. Por exceso de confianza, por no saber retroceder a pesar del riesgo…

Por lo tanto, es competencia nuestra prestar atención al factor humano que subraya Tremper. No descuidar lo que está en nuestras manos. Tomar las medidas precisas y saber bien cuál es la medida de cada uno en la montaña. Afinar y afilar el sentido común tanto como los esquís.