Crónica de un viaje a Bután del periodista y aventurero Juan Manuel Sotillos.

La Felicidad Interna Bruta (FIB) importa mucho más que el Producto Interior Bruto (PIB) en el pequeño país de Bután, de casi 800.000 habitantes y 40.000 km2.

Quizás debiera empezar este reportaje con aquello de «érase una vez», como los cuentos que me contaban de niño y que a los niños se les sigue contando… Porque voy a hablar –escribir- de un país casi de cuento, donde todo, o casi todo, es tranquilidad, armonía, paz, pero no una paz porque no hay guerras, que no las hay, si no una paz interior, una paz con uno mismo, una paz integral y casi ceremonial… No en vano a Bután le llaman, o lleva acompañado como apellido, el país más feliz del mundo.

Y lo pudimos comprobar. Para empezar, para ir allí, además de visado, etc., se paga por día y en el precio (a partir de unos 200 €uros al día) se incluye comida (desayuno, almuerzo, cena), alojamiento, guía con chófer y coche; y en función de qué tipo de hotel, qué tipo de viaje, o qué tipo de recorrido queramos hacer, se pagan más o menos euros al día. Aquí hay agencias especializadas que gestionan todo esto.

Es un país casi de cuento, donde todo, o casi todo, es tranquilidad, armonía, paz, pero no una paz porque no hay guerras, que no las hay, si no una paz interior, una paz con uno mismo, una paz integral y casi ceremonial.

En esta ocasión viajamos a Bután para hacer un trekking por sus magníficas montañas bien equipado con ropa y mochila de Ternua, que resultó ser todo un acierto.

Tres ciudades en Bután

Antes de iniciarlo, visitamos tres de las principales ciudades de todo el reino. Únicamente hay un aeropuerto de entrada en Paro, la segunda ciudad más importante, tras la capital Thimphu. Un bonito edificio alberga a los no demasiados turistas que por allí se acercan para realizar el control de visados, pasaportes y demás trámites aduaneros. Dicen de este aeropuerto internacional que se trata de uno de los más peligrosos del mundo por su difícil entrada entre montañas acuciada aún más por la adversa climatología. Lo pudimos observar desde la ventanilla del aparato viendo cómo las alas rozaban casi las laderas de las montañas. A mí, simplemente me pareció bonito y espectacular, sin pensar en lo peligroso que pudiera ser…

En el donzg de Paro (principal edificación de Bután) pudimos asistir a un festival folclórico de danza y música, donde las vestimentas y máscaras de los protagonistas, así como el numeroso público que abarrota todas las laderas de la montaña y la gran explanada, pusieron el punto de color a un magnífico evento que dura varios días.

Para viajar a Thimphu se pasa una sinuosa y estrechísima carretera coronando el alto de Dochula de 3.150 metros dominado por 108 estupas. Con buen tiempo desde aquí se puede llegar a ver las montañas del Himalaya. En la capital visitamos el museo textil, algo a lo que le dan mucha importancia en Bután, conservando hoy en día las formas de vestir como tradición y cultura butanesa. Esta ciudad emplazada a más de 2.500 metros de altura, está dominada por un impresionante Buda sentado en la colina más alta. Fuimos a ver, pero estaba cerrada por oración, la escuela de arte y oficio. Visitamos el monasterio de mujeres y un parque natural que alberga el takín, animal autóctono de Bután, una especie de cabra con cuerpo de vaca. También nos recibieron muy bien en una fábrica de papel, absolutamente artesanal, orgullo de los butaneses. En el donzg de Thimphu, una impresionante fortaleza de 1641, convertida, como casi todas estas edificaciones llamadas donzg en monasterio, que albergan además oficinas del gobierno, pudimos ver aquí la colorista y seria ceremonia diaria de la izada de bandera al caer el sol.

La tercera ciudad que visitamos fue Punakha donde su principal construcción, el dzong del mismo nombre del siglo XVII, de una muy cuidada decoración, destaca sobre todas las demás, levantado este monasterio-ministerio entre los ríos Pho Chu y Mo Chu. Impresionante edificio. Estuvimos en el Chime Lhakhang, el templo de la fertilidad del siglo XV, visitado por muchas parerjas. En las tiendas de sus alrededores, impera el miembro viril masculino, que se vende como escultura de madera o en forma de llavero. Y_muchas casas lo tienen pintado en sus fachadas.

Bután es un pequeño país situado en Asia cuya orografía está salpicada por las impresionantes montañas del Himalaya, sobrepasando una decena de ellas los siete mil metros de altitud.

Un pequeño país

Bután es un pequeño país situado en Asia cuya orografía está salpicada por las impresionantes montañas del Himalaya, sobrepasando una decena de ellas los siete mil metros de altitud, siendo el punto más alto el Gangkhar Puensum de 7.570 metros, todavía virgen, pero de sus montañas hablaremos –escribiremos- en un segundo reportaje de Bután y sus montañas. Limita al norte con China, al sur con la India, no llega a los 800.000 habitantes y oficialmente tienen 38.394 km2 de extensión, ocupando el Reino de Bután -nombre oficial-, el puesto número 136 en el rangking de países por tamaño. De punta a punta, en el eje de este a oeste son 306 kilómetros y de norte a sur 145, lo que da idea de su tamaño.

El nido del tigre

Uno de los iconos de Bután sin lugar a dudas se llama Taktshang o nido del tigre, un espectacular monasterio construido en la pared de una montaña a 3.120 metros de altura, en las cercanías de Paro. Un conjunto arquitectónico increíble que alberga siete templos convirtiéndolo en un lugar sagrado de peregrinación budista. Para llegar hasta arriba hay que subir andando –la primera parte se puede también hacer a caballo o en mula-, pero la recompensa será esa magnífica vista que ofrece semejante emplazamiento. Desde luego visita más que obligada en Bután.

La felicidad nacional

A Jigme Singye Wangchuck, rey de Bután en 1972, harto de recibir desde el exterior continuas críticas de la pobreza económica de su país, se inventó un término que acabó con esas críticas. Y así nació la Felicidad Interna Bruta (FIB).

Ya nos dijeron nada más llegar que entrábamos en el país más feliz del mundo. Lo hablamos con Pravesh nuestro joven guía: «Básicamente el rey se empeñó en que todos los habitantes de Bután teníamos que tener para ser felices estos tres pilares de la vida cubiertos: techo, comida y abrigo». La Felicidad Nacional Bruta o Felicidad Interna Bruta (FIB) se rige para que supere en importancia al Producto Interior Bruto (PIB), en más elementos, realizando un cuestionario de 180 preguntas que abarcan estos nueve elementos: bienestar psicológico, el uso del tiempo, la vitalidad de la comunidad, cultura, salud, educación, diversidad medioambiental, nivel de vida y gobierno. Lo especificó el que fue premio Nobel de Economía, Daniel Kahneman, y es que el indicador de la Felicidad Nacional Bruta, se establece utilizando la técnica del método de reconstrucción del día, consistente en recoger en un diario las memorias del día de trabajo.

El rey de Bután en 1972, harto de recibir desde el exterior continuas críticas de la pobreza económica de su país, se inventó un término: la Felicidad Interna Bruta (FIB).

Bután se abrió en 1999 a la tv e internet

Todo el mundo en Bután quiere a su actual rey, Jigme Khesar que lo es desde 2008. Y prueba de ello es el gran merchandising que de los reyes se exhibe por todos los comercios del país, con pines, banderas, camisetas, y todo tipo de artilugios...

Un país reservado como Bután y abierto al turismomo en 1974, no autorizó a su población a tener televisión hasta hace tan solo 16 años, cuando en 1999, el rey permitió la tele e internet, eliminando su prohibición. Introducir sendos medios de comunicación con el exterior, fue, como dijo en aquél entonces, no hace tanto, ¡16 años nada más!, «un paso importante para lo modernización de Bután, y un importante contribuyente a la felicidad nacional bruta», señalando que su mal uso «podrá poner en peligro los valores nacionales de la nación».

De trekking por Bután: el reino de las montañas prohibidas

Dicen los habitantes del país más feliz del mundo, Bután, que en las montañas del Himalaya es donde habitan los dioses. E insistían más en ello todavía cuando el gobierno del pequeño país asiático se abrió al turismo alpino pudiendo practicar el alpinismo en 1983 esperando obtener con ellos numerosos ingresos beneficiarios para el país. El sentir popular era de que no, que sus dioses no estarían tranquilos con la invasión de los alpinistas en sus montañas del Himalaya.

Existen trekkings de diferentes dificultades y duraciones por sus parajes maravillosos pero no se puede ascender a sus picos.

Alguien dijo que podría tratarse de una maldición divina el hecho de que nadie subiera a ninguna montaña de aquél país en 1985 y 1986. Diez años después de abrirse Bután al mundo montañero, el gobierno decidió prohibir que nadie ascendiera por encima de los seis mil metros en su país. Y otros diez años después, en 2004 prohibió el alpinismo por completo.

El avión se acercaba a Paro, la ciudad de Bután donde íbamos a aterrizar. En un vuelo sumamente espectacular en el que lo único que merecía la pena era no dormirse y no sacar la nariz pegada a la pequeña ventanilla del avión observaba con los ojos más que abiertos la grandiosidad del paisaje. A mis pies tenía el mismísimo Everest, antes los Annapurnas, el Dhaula, luego el Makalu, Kang..., un montón de ocho miles de los que tanto y tantas líneas había escrito... La sensación fue grandiosa.

Trekking sí, cimas no

Y entraba en el Himalaya de Bután, otro país de grandes montañas con varios siete miles y numerosos seis miles y más bajos. Pero ¡prohibidos! ¿Cómo es posible?, me preguntaba. Y el guía llamado Pravesh, un estupendo chaval me contestaba casi como sintiéndose culpable de semejante prohibición: «El gobierno dice, y es cierto, que no quiere problemas fronterizos».

Con ese sándwich geográfico que se forma con Bután entre China por el norte e India por el sur, al ser también países montañosos que hacen la frontera natural con el reino de Bután, como nos sigue explicando el guía: «Los alpinistas podrían pasar de un país a otro escalando las montañas que están en las fronteras y eso podría ser susceptible de crear conflictos políticos y Bután no lo quiere, así que se prohibió definitivamente el alpinismo».

Estuvimos haciendo un trekking interesantísimo en las montañas de Bután. Nada más eso, sólo trekking. Que no le tiente escalar ninguna montaña porque no..., no será posible.

Y parece que el gobierno dio con la piedra filosofal ya que no tiene absolutamente ningún problema de esta índole. No sólo eso, porque además, como decía al principio y ya escribía en el anterior reportaje sobre Bután, es el país más feliz del mundo, y más ahora cuando el joven rey Jigme Khesar Namgyal ha tenido descendencia varonil con lo que asegura la continuidad en el trono. Y sus habitantes, encantados con la buena nueva.

Estuvimos haciendo un trekking interesantísimo en las montañas de Bután. Nada más eso, sólo trekking. Que no le tiente escalar ninguna montaña porque no..., no será posible. Porque, curiosamente Bután es el país, sí, el más feliz del mundo, pero también es el reino de las montañas prohibidas.

EL TREKKING DEL CHOMOLHARI

El trekking que hicimos es tan espectacular como interesante. Espectacular por sus montañas. Interesante por los pueblos que atraviesas y consecuentemente, por la gente.

No se enamore de las montañas de Bután. Y si lo hace que no le pique la curiosidad de alcanzar sus cimas. No se puede. El trekking que hicimos es tan espectacular como interesante. Espectacular por sus montañas. Interesante por los pueblos que atraviesas y consecuentemente, por la gente que a través de los valles iremos viendo. Un trekking de paisaje y paisanaje, asequible en dificultad y tremendamente humano.

Si usted, querido lector, va a Bután este trekking cuyo destino es alcanzar el campo base del Chomolhari (7.326 m.) es del todo recomendable. Se inicia el trek en Shana (2.800 metros) para seguir por el valle del río por un sendero sube-baja, hasta alcanzar los 3.400 metros y acampar en Soe Thangthangka. Al día siguiente se alcanza el campo base en Jangothang, instalando la tienda junto a una fortaleza en ruinas a 4.040 metros.

Un día de descanso nos permitirá, sin hacer ese descanso, subir a los lagos Tshophu (4.380 metros) con espectaculares vistas sobre esta parte del Himalaya. El regreso se puede hacer por el collado de Bhonte La (4.890 metros) o por el mismo lugar de ida; dependerá de las condiciones de la nieve porque no siempre está abierto este paso.

 

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