Mis tertulias sobre medio ambiente tienen su momento más interesante en la parte final, cuando el público asistente toma la palabra y debatimos sobre la delicada situación a la que hemos llevado al planeta con nuestra irresponsabilidad.

En ese instante suele haber quien hace hincapié en la necesidad de dar este tipo de charlas en los colegios, para que las nuevas generaciones adquieran esa conciencia de la que nosotros carecemos. Algo a lo que respondo que efectivamente, es importante ir a las escuelas, pero que no me parece justo descargar esa responsabilidad en los más jóvenes pues, además de que ellos no son los responsables, no llegaríamos a tiempo de evitarles lo peor. Y es que el planeta no puede esperar más.

Los datos de la contaminación por plásticos en nuestros mares son un buen ejemplo de ello. Según la organización Ocean Conservancy, si no hacemos nada para evitarlo en 2025 el plástico acumulado en el mar equivaldrá a casi la mitad de todos los peces que lo habitan. Para Greenpeace en 2050 habrá más plástico que peces. Pero hay más.

Una de las peores amenazas, no solo para la salud de los océanos sino para la nuestra, es la alta contaminación por microplásticos que afectan a la vida marina, incluidas las especies que nos sirven de alimento. Una contaminación que está alcanzando los mares más remotos del planeta.

El Instituto Alfred Wegener de Investigación Polar (AWI) acaba de presentar un estudio con muestras tomadas en cinco localizaciones diferentes del Océano Ártico. Las concentraciones detectadas arrojan una media de 12.000 partículas de microplásticos por litro de agua marina. En el Ártico.

En el resto de los océanos la concentración es tan elevada que está creando islas de basura como la del Pacífico Norte, con casi dos millones de kilómetros cudrados: tres veces la península ibérica. Y acabamos de descubrir otra todavía mayor en el otro extremo del océano, frente al Mar del Japón.

Si no actuamos de forma urgente corremos el riesgo de quedar atrapados en esta gigantesca trampa. Y la actuación debe realizarse a diferentes niveles. En primer lugar reduciendo la fabricación, comercialización y uso de nuevos materiales plásticos. En segundo recogiendo todo el plástico que tenemos diseminado en el mar. Y en tercero dándole al plástico recogido una segunda vida mediante su reciclado y reutilización, lo que además nos permitiría avanzar hacia una economía circular en la que los residuos pasen a ser recursos.

Y todo ello debemos hacerlo nosotros y ahora. No podemos esperar a que lo hagan los que ahora son niños. Por el bien del planeta, por el bien de todos.