Los ciclistas planifican los entrenamientos al milímetro en base a los objetivos marcados para la temporada: quienes aspiren al Tour ajustarán su pico de forma óptima para julio, y los que disputen las clásicas de primavera empezarán a rodar en pleno invierno.

Los esquiadores que en este inicio de 2018 participen en los Juegos Olímpicos de PyeongChang, como son Imanol Rojo, Lucas Egibar y compañía, se habrán preparado a conciencia, en arduas sesiones de entrenamiento, para dar lo mejor de si mismos.

L@s jóvenes que día a día entrenan duro en los paneles de cualquier rocódromo en nuestros pueblos, y luego encadenan octavos y novenos silbando. Steve House y Scott Johnston así lo remarcan en su libro Entrenamiento para el nuevo alpinismo: “El nivel de escalada en roca se ha disparado desde 1978, como prueba el hecho de que se haya pasado del 7c al 9c”.

Los bertsolaris adquieren destreza, aplomo, facilidad de palabra en la sucesión de plazas que realizan al cabo del año. Consiguen la forma necesaria para cantar, pero no son pocos los bertsolaris que han reconocido haber efectuado "una preparación especial" para el recientemente finalizado Campeonato de Euskal Herria. Los bertsolaris también entrenan. ¿Y nosotros?

En el alpinismo, ocurre lo mismo. "Nos han educado para que creamos que para ponernos fuertes lo único que tenemos que hacer es escalar mucho. Y que con la escalada, llegará la forma física”, escriben irónicamente House y Johnston en su libro, para tratar luego de desmentir ese mito.

Ueli Steck, uno de los grandes alpinistas, basaba su actividad en las arduas sesiones de entrenamiento. Steck lo aunaba todo: facultades innatas, experiencia acumulada en sus actividades y una depurada forma física fruto de los entrenamientos. Al igual que los bertsolaris, Steck también necesitaba un objetivo claro para planificar un entrenamiento eficiente. Por supuesto, no planteaba el mismo entrenamiento para un ochomil, una ascensión fulgurante al norte del Eiger o una escalada en libre al Capitán. Pero entrenar, entrenaba duro para todas las actividades que se propusiera.

Mark Twight decía que los alpinistas necesitan todo el poder de la mente y el cuerpo, y que el entrenamiento más específico para el alpinismo es escalar, pero… según él, “la escalada tiene sus propias limitaciones, ya que una vez el cuerpo se adapta a las tensiones de la escalada, esa progresión se detiene, y para continuar avanzando, un alpinista necesita trabajar más y más en el gimnasio, corriendo, en bicicleta...". Con ese trabajo, mejorará su potencia, resistencia cardiovascular en esfuerzos prolongados y resistencia muscular.

Habrá quien reivindique esa visión romántica de la montaña, ese terreno de libertad y evasión que constituyen las alturas, y quien defienda, además, que no se trata de una actividad competitiva, y por ello alegue que seguir una disciplina férrea de entrenamientos y tablas sea contraria a esa pretendida libertad. Pero, al mismo tiempo, esa visión también tiene su contrapartida, y es que cuanto mejor sea nuestra forma física más disfrutamos en cualquier deporte, también en montaña. Cuando afrontamos rutas alpinas más exigentes o ascensiones de varios días en el Himalaya, a pesar de que entren en juego más variables (aclimatación a la altura, condiciones propias de la montaña…), ese trabajo previo, esa preparación planificada, puede ser la llave que nos lleve a nuestro objetivo.

La disminución de la capacidad física aumenta el riesgo de accidentes, premisa que parece obvia pero que a veces perdemos de vista, tanto es así, que, según datos difíciles de precisar, de los accidentes mortales en montañas de más de 8.000m, el 15% son por agotamiento. Algo tendrá que ver con la capacidad física el abrumador dato de que entre 2013 y 2017 solo el 10% de los alpinistas que han hecho cima en un ochomil iba sin oxígeno, y los que han hecho cima en el Everest, un 1,18%. Según la federación de Montaña de Aragón, el 35% de los accidentes en el Pirineo aragonés son consecuencia de un nivel físico inadecuado y una sobreestimación de las capacidades.

Recordando el título del programa Al filo de lo imposible, yo siempre he preferido proyectar mi actividad al filo de lo posible, pues creo acertada la máxima de Messner, considerar lo posible como medida de lo permitido. Y en ese terreno de juego en el que buscamos retos que estén al filo de nuestras posibilidades, la preparación es el principal recurso que disponemos para mejorar y evolucionar a otros estadios. Y, al mismo tiempo, esa preparación constituye nuestro airbag, nuestra red de seguridad para hacer más segura nuestra actividad.