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 Los glaciares son bibliotecas a cielo abierto, archivos del pasado natural del planeta e indiciadores del cambio climático actual. El cielo, en realidad, está en el hielo. La composición atmosférica, las burbujas de aire, las erupciones volcánicas, el polvo sahariano… todo se registra en forma de testimonios de hechos que sucedieron atrás en el tiempo (geológico) y también en el presente actual.

Por ello, en glaciología, todo espesor de nieve y hielo es objeto de análisis en términos de balance de masa, es decir, diagnosticamos el “estado de salud” de estas masas heladas. Este diagnóstico se realiza comparando las dinámicas de acumulación (ganancias) y de ablación (pérdidas), lo cual en las últimas dos décadas arroja un balance de masa notablemente negativo a escala global1. Es evidente pensar entonces que el balance de masa negativo de los glaciares se traduce en una mayor pérdida de hielo (fusión), lo que conlleva a la desaparición progresiva de los glaciares.

En este contexto, podríamos razonar que los glaciares son seres activos y reactivos, agentes más que simples cosas, elementos esenciales de los ciclos de la Tierra y parte fundamental del sistema climático, además de copartícipes de la vida social y cultural de la alta montaña y zonas salvajes y remotas; sin lugar a dudas, hoy constituyen una “especie en peligro”.

 

Vista aérea del glaciar de Seil de la Baque

El cada vez más fraccionado y reducido glaciar de Seil de la Baque. 

 

Sin ir más lejos, en la actualidad la cordillera pirenaica alberga el grupo de glaciares más meridionales de toda Europa, encontrándonse éstos en una situación de declive progresivo desde la década de 1980 y habiendo sufrido uno de los años hidrológicos (del 1 de octubre al 30 de septiembre) más secos y cálidos de las últimas décadas. Esto se traduce en una pérdida de masa tres veces mayor (balance extremadamente negativo) al promedio medido para los glaciares pirenaicos entre 2011 y 2020, periodo donde adelgazaron aproximadamente entre 0,5 y 1 metros por año2. En este último inventario, consideramos la cifra de 21 glaciares remanentes y 230 hectáreas para el Pirineo (en ambas vertientes), diferenciando, por un lado, aquellos glaciares que por su superficie (mayor a 10 hectáreas) siguen siendo buenos indicadores de la variabilidad climática, como es el caso de los glaciares de Aneto, Maladeta, Ossoue (Vignemale) y, en menor medida, Monte Perdido, y por otro lado, el resto de los glaciares (de tamaño inferior a 10 ha) que al encontrarse protegidos por una configuración topográfica más favorable, siguen perdurando en su mínima expresión. En este último grupo tendríamos que considerar los glaciares más pequeños del Pirineo (tamaño inferior a 3 ha), como es el caso de los glaciares de Las Néous (Balaitous), Petit Vignemale, Munia, Boum, el glaciar superior del Aneto o Barrancs, considerados glaciares en peligro de extinción en los próximos pocos años. Tras ellos seguirán los demás, al igual que ocurrió entre 2011 y 2020 con los relictos glaciares de Pailla, Maupas y Coronas, considerados heleros en la actualidad.

 

Fotografía aérea del glaciar de Las Neous y macizo de Balaitous

El recóndito glaciar de Las Néous, en el macizo granítico de Balaitous.

Boum_Helero relicto de Maupas

El antiguo glaciar de Maupas, considerado helero residual en la actualidad.

 

Para terminar, merece posar especial atención a lo ocurrido durante este verano, que tuvo un comienzo prematuro con las primeras olas de calor a finales de la primavera, y ha resultado en la crítica situación de los cuerpos helados del Pirineo. La ya de por sí escasa cubierta de nieve invernal, prematuramente fundida además, provocó que los glaciares se quedasen sin su capa protectora para comienzos del verano y tras una serie de varias olas de calor y sequía contínua, el resultado ha sido trágico: la pérdida de volumen se ha triplicado y la reducción de la superficie glaciar ha sido considerable. Muestra de ello los trabajos de campo realizados durante el mes de septiembre de este mismo año, donde se han observado numerosos fraccionamientos (glaciares de Ossoue, Boum, Portillon y Seil de la Baque), la aparición de roca madre en la parte central de los glaciares (Infiernos y Seil de la Baque), o las cubiertas de detritos que oscurecen las superficies de hielo (glaciares de Infiernos, Munia, Llardana, Barrancs e incluso Aneto), siendo este último el glaciar más grande del Pirineo con menos de 40 ha.

 

Boum_Fotografía aérea del glaciar fraccionado

El glaciar de Boum, recientemente fraccionado en tres cuerpos, muestra un futuro poco prometedor.

 

Infiernos Arroyo supraglaciar en el glaciar de Infiernos

El glaciar de Infiernos y parte de su cubierta de detritos, donde las aguas de fusión abren su camino.

 

Artículo escrito por nuestro friend y glaciólogo Eñaut Izagirre.

 

Agradecimientos: Investigadores del IPE-CSIC (Ixeia Vidaller, Jesus Revuelto y Juan Ignacio López-Moreno) e Ibai Rico.

 

Fuentes:

 

  • Hugonnet, R., McNabb, R., Berthier, E., Menounos, B., Nuth, C., Girod, L., Farinotti, D., Huss, M., Dussaillant, I., Brun, F., Kääb, A. (2021). “Accelerated global glacier mass loss in the early twenty-first century”. Nature, 592, 726-731.
  • Vidaller, I., Revuelto, J., Izagirre, E., Rojas-Heredia, F., Alonso-González, E., Gascoin, S., René, P., Berthier, E., Rico, I., Moreno, A., Serrano, E., Serreta, A., López-Moreno, J.I. (2021). “Toward an ice-free mountain range: Demise of Pyrenean Glaciers During 2011-2020”. Geophysical Research Letters, 48, e2021GL094339.