Hace algunas semanas Alberto Iñurrategi, Martxel Bereau y Oriol Baró se embarcaron en una nueva aventura: La transpirenaica. Esta popular ruta de montaña que va desde el mar Cantábrico al Mediterráneo tiene una longitud de casi 800km. De estos 375 km transcurren en Cataluña y 40 km en Andorra. Recorriéndola tendremos la oportunidad de disfrutar de una gran variedad de paisajes, descubrir pueblos de montaña con encanto y conocer sus historias. Alberto, Martxel y Oriol estuvieron once días cruzando estos valles pirenaicos. Una experiencia que nos relata Oriol en este post.

 

Pirineos nevados

 

RUTA TRANSPIRENAICA

La transpiranaica era una idea que siempre había rondado mi cabeza. El enfoque romántico de esta excursión y mi insistencia en explorar otros macizos hacían imposible encontrar el momento adecuado para embarcarse en este proyecto.

Pero una llamada de Alberto Iñurrategui a principios de diciembre concretó el cuándo y el cómo de esta aventura: nos teníamos que reservar la segunda quincena de marzo y los esquís nos deberían permitir atravesar la cordillera en once días!

A las pocas ganas de esquiar que tenía a finales de otoño, le siguió una ola de frío que me hizo buscar cascadas de hielo por todos los rincones; si a eso le añadimos un retroceso en mi proceso de recuperación del grave accidente que sufrí un año atrás, resulta fácil adivinar que las condiciones en las que llegaba a la travesía no eran las óptimas.  Pero la motivación puede siempre más que el cuerpo, y Alberto y Martxel no dejaron nunca de animarme, aun sabiendo que me sería imposible seguir su ritmo. Además ya tenía toda la red de contactos pirenaicos desplegada para que nos acogieran es sus casas a pesar del Covid y las mascarillas.

Valles pirenaicos

El momento de calzarnos los esquís se hizo esperar. La entrada de una perturbación con fuertes vientos atrasó nuestra salida, pero por contra dejó una nieve muy endurecida que sin duda nos facilitaría las cosas.

Desde la primera jornada, los autóctonos de cada valle nos ayudaron a diseñar las etapas, y a pesar que la nieve no era muy abundante, las condiciones de estabilidad nos permitieron trazar itinerarios interesantes pasando por muchas cumbres.

Sin apenas excepción el sol nos acompañó conforme los días fueron sucediéndose. Únicamente la Val d'Aran nos obsequió con su niebla característica, que unida a una nieve costra espeluznante nos complicó mi etapa más familiar.

Desde hace ya muchos años el euskera no me resulta ajeno, por eso escuchar a Martxel y Alberto conversar animadamente unos metros por delante mío no se me hacía nada raro (aunque cómo cuesta siempre seguir a los vascos!). A partir del valle de Tena el grupo de conversación se amplió y en el refugio de Linza incluso tuvimos que jurar fidelidad a la Real!

Después de muchas expediciones a lugares remotos, son este tipo de aventuras las que nos enseñan a apreciar lo que tenemos cerca de casa. Espero que estas líneas os animen a hacer vuestra travesía.