Por Juanjo Garbizu, montañero y autor de Monterapia, actualmente en su 6ª edición www.monterapia.com

La montaña, en su concepto más romántico y menos deportivo, venía constituyendo esa válvula de escape perfecta de nuestra rutina diaria. Caminar por esos grandes espacios abiertos conseguía liberar nuestra mente, ayudándonos a afrontar mejor el estrés que impera en nuestra vida cotidiana.

Sin embargo las prisas, tan habituales en nuestras urbes, se están trasladando en los últimos años a la práctica del senderismo. Frente a esta creciente tendencia ha llegado la hora de revindicar el concepto de la Slow Mountain.

Slow Mountain, por una montaña más relajada

La sociedad actual nos ha hecho ser cada vez más competitivos, a todos los niveles. Seguro que te ha ocurrido alguna vez caminar por una montaña en grupo, y que alguien se ponga en cabeza y comience a apretar el paso. Nadie se quiere quedar rezagado, porque se interpreta como signo de debilidad. Comienzas entonces a caminar a un ritmo que nos el tuyo, que no es para nada con el que te sientes cómodo. Las pulsaciones se aceleran y la respiración se agita, dificultando el poder llevar una conversación tranquila. Estás sudando y quisieras quitarte una prenda, pero no lo haces por temor a quedarte descolgado. Y como no llevas una bolsa de agua tipo Camel tampoco puedes parar y sacar la cantimplora de tu mochila.

Por eso no es de extrañar que haya personas que prefieran ir solas a la montaña, ya que pueden llevar un ritmo más relajado y detenerse siempre que quieran para sacar una foto mientras se recrean en el paisaje que les envuelve. Y es que atravesar el Valle de Ordesa, por poner un ejemplo conocido, hasta la famosa cascada la Cola de Caballo a ritmo acelerado es como visitar el museo del Louvre y cruzar por sus galerías sin detenerse a contemplar ninguno de sus maravillosos cuadros. Los espacios naturales invitan a la contemplación más pura. Invitan a pararnos y a dejarnos seducir por los sonidos de los ríos, la grandiosidad de las montañas o las texturas de los bosques. ¿Has probado a abrazar a un árbol durante un rato? Sirve para aliviar la ansiedad y alejar los pensamientos negativos. Pruébalo, ya verás que bien te sientes después.

No perdamos nunca la curiosidad y la capacidad de observación que teníamos como cuando éramos niños. Recuperemos esa fascinación por las cosas pequeñas y aparentemente simples de la montaña, como por ejemplo contemplar desde la cima cómo las nubes van cambiando de forma o el vuelo de esa ave valle abajo.

Slow Mountain - TernuaEfectos terapéuticos de Slow Mountain

Caminar por la montaña, por pequeña que ésta sea, en una actitud distendida y sin estar pendiente del reloj, ayuda a potenciar las capacidades alojadas en el hemisferio derecho de nuestro cerebro; creatividad, emociones, intuición, habilidades artísticas, orientación espacial, etc. Capacidades que con la edad tendemos a relegar en beneficio de las capacidades de nuestro hemisferio izquierdo (racionalidad, análisis, lógica, matemática, etc.).

Por tanto realizar un senderismo tranquilo y relajado en un entorno natural contribuye a equilibrar las habilidades localizadas en ambos hemisferios cerebrales, lo que redundará en una actitud vital más positiva. En definitiva, la montaña relajada o Slow Mountain actúa como un fantástico bálsamo para la mente, constituyendo además un eficaz tratamiento preventivo de la depresión. Por tanto si eres de los que caminan rápido por la montaña, sin apenas detenerse, en tu próxima salida acuérdate de estos consejos. Seguramente ese día no ejercitarás tanto los músculos, pero tu cabeza saldrá ganando.

¿Te animas?