Más allá de tantas ventajas personales hay una, por encima de todas, que me da más satisfacción: “soy consciente de que viajo sin contaminar”.  Y dejando de lado este punto, el más importante, voy a intentar explicaros otros motivos por los que un septiembre de 2010 dejé todo atrás y comencé a dar la vuelta al mundo.

Independencia.

Sobre la bici puedo llevar todo lo que necesito para viajar y logro convertirla en “mi casa sobre dos ruedas”. No dependo del transporte público, ni de los coches y tampoco del horario. Yo soy el guionista y director de mi viaje. Decido cuándo, cómo y a dónde voy…

Fiesta hormonal interior.

Antes de comenzar la marcha estuve varios años recorriendo Asia y África solo con mi mochila, pero eché mucho en falta la práctica de deporte a diario.

En este viaje, es obvio, que no pedaleo todos los días, pero como en cualquier deporte, es tan importante el descanso como los días de entrenamiento. Mi cuerpo me proporciona endorfinas, la hormona de la felicidad, y puedo sentir la fiesta que mi cuerpo lleva dentro.

Cuanto más duro es el camino más dulce es el destino.

Cuando al final de la jornada alcanzo la meta de la etapa diaria y veo como he avanzado en el mapa, aunque fuese lentamente, con el esfuerzo que me supuso pedalear, en muchas ocasiones peleando contra las inclemencias climatológicas, y sufriendo en pendientes que parecían no acabar por caminos que ni siquiera lo eran, disfruto de ese íntimo placer que siento cuando he terminado otro trecho con mi esfuerzo, no solo físico sino mental, la llegada la saboreo con fruición. He disfrutado y vivido el camino ya que el destino es lo de menos.

Velocidad perfecta.

Vienen a mi cabeza recuerdos que me llevan a África, cuando atravesaba las aldeas y sin detenerme me daba tiempo a saludar a la gente que se quedaban atónitos al verme pasar. Podía sentir los mil olores que desprende la tierra mojada, el ruido de la brisa acariciando las hojas de los árboles, el canto de los pájaros, y percibía como los accidentes geográficos se presentaban poco a poco, y cuando sin darme cuenta cambiaban bruscamente.  Al ritmo acompasado del pedaleo todo se aprecia más y se presenta al compás adecuado para poderlo disfrutar.

Llegar a lugares que de otra manera nunca llegaría.

A la vez que soy muy independiente, en muchas ocasiones necesito de la ayuda que me brinda la gente. Les pido ayuda para encontrar agua en los desiertos, cobijo para guarecerme de la lluvia y de la nieve... “Contratiempos” que me hacen parar en sitios insospechados y encontrarme con gente que al verme tan vulnerable sacan de si todo lo bueno que tiene el ser humano y en ese momento me ofrecen, como si fuese una oportunidad para ellos de ofrecerme su ayuda, de mostrarme toda su generosidad y bondad. Encontrarás y conocerás gente increíblemente buena y hospitalaria.

Aquí estoy, aquí sigo y seguiré con mi bicicleta mientras las estrellas me sigan prestando cobijo.