No es un secreto que la industria de la moda se encuentra entre las más contaminantes. En ello tiene mucho que ver la manera en la que se obtienen las materias básicas con las que se elaboran los tejidos, así como la forma en la que se procesan. Tintes, pesticidas, cultivos de gran demanda hídrica y materiales de origen animal obtenidos sin tener en cuenta el bienestar de los mismos son los problemas más obvios. Y todo ello, a menudo, para elaborar prendas que son casi de usar y tirar.

Los fabricantes de prendas técnicas para deportes outdoor y de montaña son, generalmente, una excepción. Muchos de ellos incluyen la sostenibilidad y el respeto por el medio ambiente entre sus valores corporativos y el hecho de que el sector se encuentre a la vanguardia en la adopción de medidas de reducción del impacto, de fabricación responsable y de certificación de todos los procesos confirma que existe una coherencia significativa con dichos valores.

Sin embargo, hay un aspecto relacionado con la contaminación textil que los fabricantes no pueden controlar. Ni siquiera los más comprometidos. Hablamos del momento en el que una prenda se desecha definitivamente. ¿Qué ocurre entonces? ¿Cuánto tardan los materiales que la constituyen en reintegrarse en la naturaleza, si es que llegan a hacerlo?

La lenta muerte de una prenda de ropa

Se calcula que, de los 8 millones de toneladas de microplásticos que llegan al mar cada año, un tercio proviene de textiles sintéticos. Lo curioso es que una parte significativa de esos desechos no proviene de prendas desechadas, sino de ropa en perfecto estado de uso. Los procesos de lavado y de secado automático degradan la ropa y generan una serie de residuos que, normalmente, se van por el desagüe o terminan en la basura. Por eso es fundamental seguir los consejos del fabricante en cuanto a lavado de la ropa, especialmente en lo que se refiere a temperaturas y uso de detergentes. Al hacerlo, no solo estaremos alargando la vida útil de nuestras prendas, también estaremos previniendo la generación de esos microplásticos.

Aclarado este punto. ¿Qué ocurre cuando una prenda es desechada definitivamente? Es difícil de decir, porque hay varios caminos que podría seguir. Podría acabar en un vertedero, o podría acabar en una planta de reciclado, por ejemplo. En el improbable caso de que acabase tirada en mitad de la nada, los tiempos de degradación dependerían mucho de las condiciones ambientales. Por lo tanto, cuando tratamos este tema no podemos hacer sino una mera estimación. Pero la estimación, en ocasiones, es suficiente para tomar conciencia del impacto que pueden tener nuestras acciones.

Fibras de origen natural

El término natural puede llevar a equívocos. Algunas fibras de origen natural, como el algodón industrial, se extraen de cultivos con una increíble demanda hídrica y que son tratados con todo tipo de pesticidas. De ahí la importancia de apostar por el algodón 100% orgánico, como hace Ternua. Sin embargo, cuando hablamos de biodegradación es evidente que los tejidos de origen natural representan un problema menor que las fibras sintéticas.

De entre todos los tejidos hechos con fibras naturales, el que antes se degrada a la intemperie es, precisamente, el algodón; en solo 2 meses puede haber desaparecido por completo (el lino tiene una duración similar, pero en principio no tiene utilidad en ropa de montaña). La gran contrapartida del algodón es, como ya hemos dicho, su alto costo de producción en términos ambientales.

algodon en planta

Siguiendo con la lista de materiales, a continuación encontramos el Tencel, un tejido de propiedades muy interesantes que se obtiene de la pulpa de madera y que puede degradarse en unos 6 meses. El Tencel es más absorbente que el algodón, más suave que la seda y más fresco que el lino; y sin duda su producción es mucho más sostenible que el algodón.

Con el cáñamo damos un salto importante en cuanto a durabilidad. Un paño de cáñamo puede tardar hasta 4 años en degradarse completamente. Como contrapartida, su coste de producción es muy bajo: necesita poca agua, no requiere pesticidas ni fertilizantes y tiene un rendimiento de fibra muy alto; es decir, que se produce mucho más tejido por hectárea cultivada que con otras fibras.

cañamo

Al final de la lista de los materiales naturales encontramos los de origen animal. La lana puede tardar hasta 5 años en desaparecer y el cuero hasta 50, dependiendo de su proceso de curtición. Pero sin duda el material de origen animal más resistente es la pluma, que, si bien no da lugar a tejidos, propiamente dichos, se utiliza mucho como relleno. Y es que, debido a su alto contenido de queratina, ¡la pluma puede tardar hasta 200 años en biodegradarse! Es por eso que el reciclaje de la pluma y el plumón son fundamentales; algo en lo que, por cierto, Ternua es pionera.

Fibras sintéticas

Cuando hablamos de durabilidad de los tejidos, los materiales sintéticos están a otro nivel. Sin embargo, sus cualidades son muy deseables en prendas técnicas de montaña y por eso son ampliamente utilizados en esta industria. El hecho de que sean tejidos duraderos no debería llevarnos a demonizarlos, sino hacernos tomar conciencia de que las prendas técnicas merecen ser cuidadas e incluso reparadas, antes que desechadas, y por supuesto deben ser recicladas al final de su vida útil.

La lista de tejidos sintéticos es interminable (muchos de los nombres son marcas comerciales registradas), así que nos vamos a centrar solo en los más conocidos.

Del Nailon (poliamida) se cuenta una curiosa historia relacionada precisamente con la obsolescencia programada. Cuando Du Pont patentó este polímero por primera vez en el año 40, se trataba de un material tan increíblemente resistente que los fabricantes de medias pronto comprendieron que no iban a vender muchas. Al parecer, Du Ponto ordenó a sus químicos que volvieran al laboratorio para desarrollar una versión más frágil que no evitara las carreras en las medias. Sea cierto o no, lo que es indudable es que se trata de un tejido que soporta muy bien la intemperie, pues puede tardar entre 30 y 40 años en descomponerse. De ahí que la iniciativa de Ternua de reciclar redes de pesca desechadas para crear hilo de nailon sea tan interesante.

hilo

La lycra es un tejido también asombroso, puede estirarse de 4 a 7 veces más que su tamaño original sin deformarse y es, además, muy resistente a la abrasión. Por lo demás, su durabilidad es igualmente asombrosa: tarda entre 20 y 200 años en degradarse.

El poliéster es aún más resistente. Esos 20 años mínimos que hemos indicado para la lycra no son nada para él. Este polímero puede durar diez veces más, tranquilamente. Por eso iniciativas de reciclaje como las de Ternua, que produce hilo de poliéster a partir de botellas de plástico recicladas, resultan tan necesarias.

polimero

En cualquier caso, parece que 200 años es la cifra mágica que se ofrece como tope cuando se habla de durabilidad de tejidos. Cuando encontramos esa cifra, bien podría ser que estuviéramos ante prendas que no se biodegradan en absoluto. 200 años es lo que se indica para el poliéster, como hemos dicho. Sin embargo, el elastano (Spandex) aparece como degradable en 200 años, o como absolutamente inbiodegradable según las fuentes que se consulten, y no es el único caso. Algo parecido ocurre con la aramida (cuyo nombre comercial registrado es Kevlar). No sabemos cuánto tardaría en desaparecer, pero el hecho de que soporte sin inmutarse temperaturas de entre -196ºC y 450ºC da una idea de que hablamos de mucho mucho tiempo. Es posible que, simplemente, los fabricantes puedan garantizar que cierto material durará 200 años, pero no puedan precisar cuánto más. De lo que no cabe duda es de que, con cifras así, el reciclaje de prendas es más una obligación moral que una cuestión de elección.