Os lo contábamos hace algún tiempo: en 2024 Ternua estrena TERNUA ADVENTURE OF THE YEAR, una viaje único en velero por el norte de Islandia en el que 2 afortunados disfrutarán de mucho mar y mucha montaña a bordo del velero Cavalou. El Cavalou, que no solo será medio de transporte, sino también refugio de los expedicionarios, es un velero de aluminio de 16,5 metros de eslora dotado de todo lo necesario para realizar expediciones en latitudes altas. Su patrón, Vicente Castro Sotos, es un marino y montañero experimentado; el guía y compañero perfecto para esta aventura.

Aunque aún queda tiempo para que de comienzo el viaje, la aventura comenzó hace ya meses. Y es que el Cavalou recibió este año que ahora estamos a punto de despedir muy lejos de aquí, en Tierra de Fuego. Desde allí lo ha traído Vicente hasta la península —y no precisamente por el camino más corto—, en una singladura que ambos, patrón y velero, han aprovechado para conocerse. Y es que hasta hace no mucho era otro barco el que capitaneaba Vicente, el Iorana.

Nos parece importante compartir el relato que nos ha hecho llegar Vicente de este viaje, porque sus palabras encierran una pasión contagiosa que, estamos seguros, animará a más de uno a intentar ser parte del TERNUA ADVENTURE OF THE YEAR.

Aquí están esas palabras.

Asturias, noviembre de 2023

Hace mucho tiempo se me ocurrió que, para alcanzar algunas montañas, un velero sería el medio de transporte ideal; soñé que no había medio mas natural que el viento para avanzar y que el océano sería una parte importante de cada ascensión. Me equivoqué en muchas cosas, pero sigo pensando que es en el océano, en las montañas y en la naturaleza donde encontramos una parte importante de nuestra existencia, de nuestros sueños.

Esta es la narración de un camino y sus “vientos”, de 4 meses de océano que, como los charranes árticos o los cetáceos, nos convierte en eternos migrantes.

Tierra de Fuego, enero de 2023

Los días discurren bajo la imagen de las poderosas montañas de la Cordillera Darwin y los archipiélagos al norte del estrecho de Magallanes; lugares “mágicos”, prácticamente intactos, que mas que invitar, “envenenan”. Es grande el deseo de subir, subir sin límite hasta encontrar esa “divinidad” local que todos y cada uno de sus pobladores temen o respetan: el Viento.

El viento. Cada depresión golpea desde el Pacífico las cordilleras y hace del laberinto de fiordos e islas una obra de arte en forma de “Williwaws”, ráfagas que caen desde las montañas y convierten la superficie de los fiordos en espuma y estruendo. Aquí se navega de día, se eligen los fondeos antes de la caída del sol y no se deja nada al azar en el barco. Un ancla bien plantada, los cabos a tierra, a veces 2, a veces 3 o 4 donde la distancia se calcula por la experiencia, los consejos de nuestros predecesores y mucho de intuición. Y es que ese viento se comporta como una avalancha que lo barre todo.

Por fin pasamos el Golfo de Penas, que en esta etapa se puede considerar el “paso clave” hacia el norte, y comenzamos a dejar atrás las latitudes frías.

El Pacífico y el Canal de Panamá

Más allá de la isla de Chiloé la costa chilena no ofrece muchos más abrigos naturales y hay que salir ahí fuera. Se terminaron los fondeos y las noches de calma; toca leer las cartas meteorológicas para que sea el viento el que nos conduzca a nuestro destino.

Un puñado de aventureros y científicos crearon el más extenso mapa de carreteras sobre el 71% del planeta, y hoy podemos constatar que se equivocaron muy poco… Ese motor natural que son los océanos y sus corrientes, mueven las masas de aire y, observando ese movimiento, podemos planificar nuestros viajes.

Intentamos navegar con la corriente y aprovechar los vientos de componente sur para ir ganando millas hacia el ecuador. La ruta nos llevará a atravesar el archipiélago de Juan Fernández, donde un marino escocés llamado Alexander Selkirk permaneció abandonado durante 5 años e inspiró la novela de Daniel Defoe, “Robinson Crusoe”. Pasamos también por las islas Salas y Gómez. Estas “cumbres” aisladas en el océano no son mas que extremos de cordilleras submarinas que tienen 1.200 km de largo y hasta 4.000 metros de altitud sobre la llanura abisal.

Mantenemos un rumbo lo más recto posible hacia Panamá, eso que se llama ruta ortodrómica y que no es una línea recta sino curva, algo inexplicable para “los terraplanistas” ya que demuestra la curvatura terrestre. En el camino nos unimos a toda clase aves marinas, ballenas y bancos de peces que hacen uso de su libertad hasta las últimas consecuencias… toda una lección de vida.

En la latitud de Perú y Ecuador, y sin esperarlo, nos encontramos un problema nuevo: la pesca. Esta zona está considerada como una de las más ricas del planeta en pescado, y aquí la flota pesquera está compuesta por cientos de barcos. Es un verdadero laberinto flotante en el que entramos sin saber muy bien cómo salir. Afortunadamente son barcos de pequeña talla que regresan a puerto durante el día. Pero por la noche, con y sin luces, abarcan todo el paisaje hasta el horizonte. Ojos al radar y a los prismáticos durante horas.

Poco a poco la temperatura del mar aumentará hasta los 31º en proximidades de Panamá. Es una alerta más sobre el desajuste natural que nos lleva a terreno desconocido. Entramos en el canal. Las grandes compuertas de mas de 100 años nos suben hasta el lago Gatún y nos permiten atravesar al Caribe, siguiente etapa de nuestro viaje.

El Caribe y los huracanes

Tradicionalmente, el 1 de junio empieza la temporada de ciclones tropicales o huracanes, pero actualmente el desajuste climático hace de esta fecha un “guión” cada vez menos fiel a la realidad. Como en muchos casos en el alpinismo, la velocidad ayuda a mantenerse en seguridad. Basados en este principio y en una vigilancia constante de la evolución y seguimiento meteorológico trataremos de evitar los problemas. Nos encontramos fondeados junto a Colon, en Panamá, alrededor de mediados de julio y, por lo tanto, con la estación de los ciclones más que arrancada. Tenemos por delante unas 3.400 millas hacia el noreste expuestas al paso de las depresiones tropicales.

La primera etapa de este tramo discurre por el mar Caribe propiamente dicho; es decir, la masa de agua que separa la cuenca colombiana de las grandes Antillas (Jamaica, Cuba y Santo Domingo). Son unas 700 millas con vientos predominantes del noreste y reputación turbulenta. Nuestra experiencia confirma esa reputación. Es una lucha constante contra el viento y el oleaje. Días incómodos en que parece que vives en una lavadora en pleno centrifugado. La constante inestabilidad atmosférica, nos ofrece un verdadero espectáculo de relámpagos, cielos negros y densos que, como poco, nos preocupan bastante. Llegamos, de hecho, a desconectar la electrónica para no dañar los equipos en el caso de recibir un rayo. Me vienen a la cabeza un cóctel de imágenes entre la pintura “La balsa de la Medusa” y algunas escenas de Piratas del Caribe.

Nuestro velero, a pesar de los golpes y haber desgarrado una de las velas importantes, consigue deslizarse hasta el norte de Jamaica. A partir de ahí el canal que separa Cuba de Haití nos da la impresión de no tener fin; son más de 24 horas dando bordos, que implican el cambio de velas constante, y que nos llevan a apurar tanto alguna borada que nos acercamos apenas a 2 millas de la base de Guantánamo. La llamada de radio que recibimos al amanecer carece de “buenos días” y el envío de una lancha rápida a controlar nuestra posición no deja dudas que en el mundo pasan cosas bastante más importantes.

Finalmente, alcanzamos la parte más oriental del archipiélago de las Bahamas, donde los vientos comienzan a rolar más al este y el oleaje disminuye su fuerza. Aquí empieza la siguiente etapa, que discurre por el Mar de los Sargazos, entre las Bahamas y Bermuda, que distan unas 800 millas.

Bermuda, agosto de 2023

Esta aislada isla tropical se encuentra en los bordes de la corriente del golfo. Por eso en un mundo que solo se movía a vela fue considerada punto de partida para el regreso a Europa. Alrededor de los 33º de latitud norte los vientos tienen predominancia suroeste, y ayudados por las altas presiones de las Azores nos empujan hacia el atlántico norte, que es nuestro objetivo.

Agosto ha comenzado y la temporada de depresiones tropicales se acelera. Tenemos una falsa sensación de seguridad en este bello lugar, pero las estadísticas nos dicen lo contrario. Esta isla se encuentra en el llamado “cinturón” de huracanes y debemos salir cuanto antes.

Dejamos pasar una de estas depresiones que cruza precisamente la ruta que vamos a comenzar y nos pegamos a su cola para aprovechar los vientos portantes que nos empujan en buena dirección. Con un espectáculo de “luz y sonido” en forma de rayos, empezamos la última etapa larga, de unas 1800 millas. Nuestro destino son las Azores.

Las islas Azores

Los últimos días para llegar a Faial son entretenidos, con vientos que cambian caprichosamente según el anticiclón de las Azores suba o baje en latitud. A ratos nos quedamos encalmados y nos vemos obligados a utilizar el motor. Por fin, en el amanecer del 14 de agosto la sombra del volcán de la Isla de Pico con sus 2351mts nos recibe en el horizonte.

No pasan más que algunas horas para que estemos mirando los mapas de la isla de Faial con ojos ávidos de actividad. Después de 13 días de mar, y aún muchos más sin ver una montaña, necesitamos movernos y, como siempre, si es hacia arriba, mejor.

Comenzamos por la bicicleta y se nos ocurre alcanzar la cumbre de la caldera volcánica inventando caminos. Regresamos agotados al puerto, satisfechos de no haber utilizado ningún medio motorizado desde que pisamos tierra. Y a pesar de ello, hemos recorrido una gran parte de la isla.

Terminamos el día remando en una embarcación tradicional, compartiendo banco con unas mujeres azorianas que mantienen viva la tradición de las balleneras, las embarcaciones con las que los habitantes salían a pescar las ballenas. Afortunadamente, solo perdura la faceta deportiva de esta actividad.

Sin prisa, vamos “saltando” de isla en isla con nuestro barco. Subimos también al volcán de Pico en el mismo estilo personal, sin medios motorizados, a pie y desde el barco. La noche que pasamos sin saco ni tienda en su cráter no la olvidaremos.

Unos días más tarde toca ponerse en marcha de nuevo.

Hacia Galicia

Las 1000 millas que nos quedan se suceden con calma, sin percances para un barco que lleva mucho ya de ruta. Miro el cielo por la noche y, sin ser un experto, puedo darme cuenta que las estrellas han cambiado, las constelaciones del sur quedaron atrás y hay que volver hacer un mapa mental de la ruta. Como un árbol o una roca, las estrellas nos ayudan, permanecen en un ángulo determinado respecto al rumbo y es bonito saber a donde vamos aunque no sepamos el destino.

Finalmente vemos entre la niebla 3+1 destellos cada 20 segundos. Es el código de señales del faro de la isla de Sálvora,  “Torre octogonal blanca de 39 metros con una banda roja”, según el derrotero. Una matemática descripción que representa el último trazo en una larga ruta que comenzó meses atrás en aguas del Océano Pacífico. Entramos en la Ría de Arousa y dejamos atrás el mundo entero, todo un “big-wall” marino.

¿Quieres ser parte del TERNUA ADVENTURE OF THE YEAR?

Si quieres optar a ser uno de los afortunados que disfruten del viaje que Vicente Castro y el Cavalou llevarán a cabo este año por el norte de Islandia, te recordamos que necesitarás un código único de participación y que hay varias formas de obtenerlo:

  • Compras en Ternua Brand House o espacios propios de la marca (marcapáginas).
  • Alojandonte en alguno de los refugios del programa, Ternua Mountain Hut (Amitges, Artiga de Lin, Bujaruelo, Conangles, Hostel Salardú, Montgarri, Prat d'Aguiló, Sant Jordi).
  • Realizando una compra online en Ternua.com (número del pedido).

Una vez tengas tu código rellena el formulario que encontrarás aquí junto con más infomración.