Por Oscar Gogorza, Guía de Alta Montaña UIAGM, www.cuerdacorta.com

A la hora de acudir a la montaña debemos entender que es un gesto que entraña peligro. Los accidentes en montaña existen desde que existe el montañismo, desde que el hombre se planteó el reto de ascender o conquistar montañas, por eso lo primero que debería hacer alguien que desea tener una relación con la montaña es asumir que corre un riesgo y tener en cuenta la importancia de la seguridad en la montaña.

El riesgo puede ser minúsculo o enorme, y esto no tiene tanto que ver con la dificultad de la empresa elegida como con los conocimientos de los actores. Como ejemplo, sirva decir que se dan más accidentes fatales entre senderistas que entre escaladores, cuando a todas luces parece más peligrosa la actividad de escalar que la de caminar.

Cabe preguntarse de qué peligros hablamos. La montaña esconde o propicia una serie de peligros objetivos como son los derivados de los procesos naturales, como los atmosféricos: tormentas, caída de rayos, granizadas, descenso brusco de la temperatura, vientos insostenibles, nevadas… Pero también acechan otros peligros como los derrumbes de roca, las grietas en los glaciares, los aludes, los cortes en las laderas, los ríos, la fauna…

Al margen de los peligros objetivos, el ser humano aporta los suyos propios, los subjetivos, peligros que tienen que ver con nuestra falta de conocimientos, carencia que nos hace cometer errores de bulto que nos colocan en situación de peligro.

Uno de los errores clásicos que cometemos respecto a la seguridad en la montaña es la sobreestimación de nuestras capacidades físicas y técnicas: si no estoy entrenado, no debería tratar de ascender (por ejemplo) al Mont Blanc. Si no conozco la técnica correcta del cramponaje y la autodetención con piolet, no debería practicar montaña invernal; si anuncian frío en altura quizá debería llevar un buen cortavientos y no el jersey con el que salgo a tomar el aperitivo: la hipotermia acecha.

Según las estadísticas que manejan los equipos de rescate, un porcentaje elevadísimo de los accidentes en montaña tienen que ver con errores de bulto cometidos por los accidentados. Sólo unos pocos accidentes fatales se deben a verdaderos casos de mala fortuna. Sí, el riesgo existe en montaña, pero es posible gestionarlo para minimizar la probabilidad de sufrir un accidente.

Seguridad en la montaña: ¿Cómo podemos aprender a gestionar el riesgo inherente a la actividad en montaña?

  •  Habría que empezar por tomarse en serio nuestro paso por la montaña, en un aprendizaje progresivo que nos llevase desde las montañas de nuestro entorno a cotas más elevadas y alejadas.
  • Es imprescindible conocer de antemano las condiciones meteorológicas que nos encontraremos en nuestra salida y para ello recurriremos a internet, donde existen boletines fiables y locales. Sólo hay que saber dónde buscar para cambiar de objetivo si la meteorología lo aconseja.
  • Después, resultará imprescindible conocer el terreno en el que nos movemos y dominarlo: una cosa es caminar, otra trepar y otra escalar. Debemos saber hasta dónde podemos llegar.
  • Por último, es de vital importancia que podamos contralar el factor humano, es decir, saber con quién acudo a la montaña, en qué condiciones y con qué material contamos.

Estos puntos arriba citados nos permitirán planificar de forma correcta nuestras salidas… aunque aquí no acaba nuestro trabajo. Una vez en el terreno, volveremos a cuestionar las condiciones del tiempo, la viabilidad del terreno y el factor humano para decidir si seguimos adelante o nos damos la vuelta.

Renunciar, en montaña, siempre ha sido señal de lucidez.