Por Óscar Gorgorza, periodista y alpinista Demasiado a menudo, el cine moderno de montaña se agota proponiendo un torrente de imágenes espectaculares, un catálogo de preciosas instantáneas que difuminan la esencia de una actividad tan inquietante como es escalar. Así, mientras la pantalla muestra un excitante mundo vertical, el espectador que busca un por qué, entender las motivaciones que llevan a hombres y mujeres a atarse a una cuerda de escasos milímetros para enfrentarse a una pared, no encuentra respuestas profundas. ‘Valley Uprising’, documental faro de la sección ‘Savage’ del Zinemaldia, se acerca al californiano valle de Yosemite, a la meca de la escalada para trazar un intenso retrato histórico y de personalidades emparentados con los 1.000 metros de desnivel de la pared de ‘El Capitán’.

La eficacia narrativa del trabajo es irreprochable, así como su labor didáctica: el público no iniciado entenderá perfectamente la evolución insospechada de las técnicas de escalada, de sus tácticas y de la mirada de sus actores en el último medio siglo. Hicieron falta 18 meses de esfuerzo para estrenar en 1958 ‘The Nose’, la primera vía de escalada al ‘Capitán’, itinerario repetido dos años después en apenas una semana. Hubo que esperar 15 años hasta que ‘The Nose’ fue escalada en menos de 24 horas y otros 30 hasta dar con un récord de velocidad estratosférico: poco más de dos horas y 23 minutos.

En la cinta, diferentes generaciones de escaladores se someten de forma natural a una carrera de relevos en la que comparten dos obsesiones: superar los límites establecidos y abrazar una forma de vida hasta cierto punto alternativa. La edad de oro del Valle de Yosemite arrancó justo cuando la sociedad norteamericana se dejaba mecer por el confort doméstico y su anestesiante rutina. Huyendo de la seguridad de lo cotidiano, unos pocos se giraron hacia las paredes del ‘Valle’, hacia una vida bohemia, bien regada y estimulada que ofrecía, sobre todo, altas dosis de aventura, de conquista. Jack Kerouac triunfaba en las librerías… En el bosque del Campo 4, a los pies del ‘Capitán’, confluyeron un buen número de personalidades obsesivas, también excéntricas, ególatras y terriblemente decididas a desafiarse.

El meticuloso y purista Royal Robbins era la antítesis del borracho deslenguado Warren Harding, pero ambos compartían la obsesión de alcanzar imposibles, de soñar donde aparentemente no había espacio para ello. No eran deportistas, que nadie se equivoque: eran salvajes, tipos capaces de maltratarse por un sueño, también personalidades que han marcado a las nuevas generaciones. Ahí están Dean Potter y Alex Honnold, abrazando su idea de libertad, escalando sin cuerda, el gesto máximo de exposición: imágenes terribles que se aprecian mejor cuando ambos jóvenes miran a cámara y defienden, sin pestañear, sus motivaciones. Escalar es un juego. Consiste en huir hacia arriba, a veces de uno mismo, otras con la sencilla ilusión de dejar momentáneamente en el suelo una existencia programada.