A Jokin Lizeaga, trail runner y friend de Ternua, la vida le cambió por completo el 7 de abril de 2018. Ese día, mientras disputaba el maratón de los pastores de Portudera, en Asturias, cayó en una sima de 14 metros. Pensó que no saldría de aquel agujero con vida, que no lo encontrarían a tiempo. Cuando lo sacaron de allí, horas después, sus lesiones más graves no eran las que se ven en resonancias y radiografías.

 Lizeaga ha pasado los últimos cuatro años luchando contra las secuelas de aquella caída. Ha recorrido un camino lleno de dolor y frustración que todavía no ha terminado, pero siempre ha tenido claro hacia dónde quería ir; quería volver a colgarse un dorsal y volver a competir, quería recuperar lo que antes le hacía tan feliz.

 Hace apenas dos semanas, quienes acudieron a la Basajaun Trail de Galdeano le pudieron ver cruzando la meta en primera posición. Detrás suyo venían casi 400 corredores más. Fue un momento emotivo para todos. Y sin embargo, confiesa Jokin, lo mejor de todo aquello llegó al día siguiente: “Pude volver a trabajar, pude volver a mi familia y sentirme bien; con agujetas, pero entero”. 

 

Cuéntanos, para el que no conozca tu historia, cómo fue el accidente que te cambió la vida.

Fue el 7 de abril de 2018 en la maratón de Portudera, en Cabrales. La carrera era dura; distancia maratón. Yo estaba en forma. En el km 22 cogí la cabeza y dejé atrás a Zait Ait Malek. A los 2 o 3 km llegué a una zona llana cubierta de nieve, a bastante altura. Empecé a cruzar un nevero de unos 60 metros de largo; me iba hundiendo hasta las rodillas, porque había estado haciendo viento sur los últimos días y la nieve estaba bastante húmeda.

De repente, la tierra me traga. Abro instintivamente los brazos para no hundirme, pero con el golpe se me rompe el hombro y al momento me encuentro cayendo en la oscuridad. Fueron segundos, pero a mí se me hizo muy largo. La sima en la que caí tenía 14 metros.

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¿Qué fue lo primero que pensaste al verte ahí abajo? ¿Tienes recuerdos claros?

Sí, claro. Cuando se me pasó la conmoción empecé a mirar a mi alrededor y me di cuenta de lo que había pasado. Luego me puse a analizar la situación. Sabía que llevaba mucha ventaja respecto al segundo, porque había cogido referencias en la subida y calculé que le llevaría por lo menos cinco minutos. Eso significaba que nadie me había visto caer, porque tampoco había aficionados por la zona. Así que no quedaba otra que intentar mantenerme vivo, aguantando hasta que alguien se diese cuenta de que ya no pasaba por los demás puntos de control y empezasen a buscarme.

De repente, aquello se había convertido en una carrera de supervivencia. La sima estaba muy fría y había mucha humedad. Yo llevaba agua, algunos geles, un chubasquero, una manta térmica … Chillé un rato, pero pensé que no servía para nada y que así no hacía más que perder fuerzas. Me centré en mantener la temperatura y comí un poco. 

Luego, poco a poco, empecé a pensar que me quedaba allí. Notaba que estaba quedándome frío, el hombro lo tenía destrozado (luxación más fractura), colgaba inerte, no podía moverlo. No sentía más dolores en aquel momento, pero con lo que sí sentía, sabía que no iba a poder salir de allí por mí mismo, y pensaba que era muy difícil que me encontraran a tiempo. 

Casi había asimilado lo peor, pero entonces empecé a palpar la pared y noté que había irregularidades. Y como no contaba con que me encontrasen, empecé a escalar como pude. Subí unos seis metros y empecé a chillar de nuevo. Entonces paró el cuarto corredor. Hablé con él un momento, pero, increíblemente, ¡siguió su camino! Me llevé un bajón muy fuerte, pero al menos supe que me podían escuchar, así que seguí gritando. Y así fue como, al cabo de unos minutos que se me hicieron eternos, paró Jairo, que era un amigo de Cabrales, y luego Sergio Aramendía, que iba quinto.

A partir de ahí, dieron la voz de alarma y me arroparon, haciéndome compañía desde la boca de la sima, hasta que los bomberos pudieron sacarme de allí tres horas más tarde, más o menos.

lizeaga y aramendia

Lizeaga y Sergio Aramedía, salvador durante el accidente de la sima y organizador de la Basajaun Trail, al que Jokin dedicaría su victoria. 

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A partir de ese momento, ¿cómo cambia tu vida?

Visto en retrospectiva, cambia muchísimo. Al principio te enfrentas con las secuelas físicas: tenía contusiones y fracturas en el hombro, los tobillos, las costillas, la columna vertebral...

Pero el caso es que había algo más. Empecé a dormir muy poco, no más de dos horas. Pasaba toda la noche en estado de alerta, no descansaba. Y de repente, a los seis meses, perdí la vista. Los médicos dijeron que el estrés postraumático me había producido una degeneración neuronal del nervio óptico. Ahí empezaron los problemas de verdad, que son con los que ahora tengo que vivir: enfermedades degenerativas que afectan a la densidad ósea, nervios ópticos, sistema nervioso… Y en esas estamos.

 

Has comentado alguna vez que una vez que dejas de ganar, “desapareces” muy rápido.

Es cierto. Antes del accidente tenía contacto con organizadores, prensa, gente conocida del mundillo, me invitaban a carreras… De repente, dejas de interesar y el entorno del trail running desaparece. Tampoco es que ocurra de un día para otro; los primeros meses, por el morbo de la noticia, siguen en contacto contigo, pero luego, poco a poco, dejas de saber de ellos. En cualquier caso, yo era conocedor de que todo deportista tiene dos muertes: una cuando deja el alto rendimiento y la otra cuando fallece. Así que, sabiéndolo, no lo he llevado mal. En estos casos lo que haces es arroparte en la familia y los buenos amigos, que esos sí que han estado ahí para todo; y tiras para adelante intentando mantener la ilusión y las ganas de vivir.

 

Y la recuperación fue larga y muy muy dura…

En realidad, la recuperación nunca se va a acabar. Nunca voy a volver a ser el de antes. Ahora, en cuanto entro en calor pierdo la visión del ojo izquierdo, tengo nervios dañados, la columna vertebral también, he perdido densidad ósea, tengo revisiones periódicas de neurología, oftalmología, traumatología, reumatología… Los médicos no son muy optimistas, pero yo creo firmemente en la actividad física como terapia curativa, y por eso siempre que puedo intento hacer deporte.

Hoy en día estoy mejor. No tengo tantos dolores, aunque vienen y van, pero hago actividad física, trabajo e intento llevar una vida parecida a la de antes, que era la que me llenaba.

 

¿Tarda más en sanar el daño emocional que el físico?

Sí. En mi caso perduran ambos, pero, efectivamente, la parte emocional es muy dura. He tenido bajones muy gordos, en algunos momentos ves la luz y estás mejor, y de repente vuelves a caer y te encuentras con que no puedes ni pasear un kilómetro para llevar a tus hijos al colegio. Son cosas muy duras de asimilar. A eso se une que te digan que el futuro va a ser así o peor. En fin, no queda otra que tirar día a día pensando en lo bueno. A día de hoy me encuentro bien y me quedo con eso.

 

Y todo esto, lo más grave, es producto del estrés postraumático…

Sí, sí, en la caída no recibí ningún impacto en la cabeza. Lo que ha sucedido es que la vivencia en sí, la caída, el tiempo que pasé allí, el estado de shock y la falta de sueño posterior han afectado al cuerpo y han creado esta situación que te comento.

 

Has contado que empezaste a tener miedos irracionales. ¿Convives con ellos o son cosa del pasado?

En la sima pasé mucho miedo. Llegué a aceptar la muerte, a despedirme de los míos, y llegué incluso a estar en paz. Pero después, esa proximidad con la muerte, esa conciencia de lo repentinamente que puede llegar, sí me ha afectado en mi día a día. Ahora evito hacer cosas que antes hacía normalmente. Intento conducir poco, no he sido capaz de volver a escalar, de hacer esquí de travesía… Sé que son miedos que tengo que afrontar, pero de momento son tareas que tengo pendientes.

 

¿Cómo y cuándo empiezas a dar tus primeros pasos de vuelta en la montaña?

En cuanto pude pasear por el monte, me puse a ello. No habrían pasado más de uno o dos meses desde el accidente. Todavía llevaba una férula en el hombro y tenía muchos dolores.

En correr tardé más de dos años, pero solo podía hacerlo ocasionalmente. De todas formas, para mí se convirtió en una obsesión poder volver a correr, poder recuperar algo parecido a lo que tenía antes, cuando era feliz corriendo, compitiendo, disfrutando de la montaña, del esfuerzo…

  

¿Eso siempre lo tuviste claro, que querías volver a competir?

Como te digo, se llegó a convertir en una obsesión. En el invierno del 20/21 pude hacer cinco o seis meses corriendo. Tenía muchos dolores, pero era mayor la necesidad que tenía de hacerlo, que el sufrimiento. Antes de volver a competir, quería volver a correr en casa, ante mi afición, así que monté un pequeño reto en Urnieta. Cosistía en recorrer las cinco cimas próximas al pueblo. Fue algo muy bonito. Lo llamé Ezina, ekinez, egina (el imposible vencido)

Luego, en mayo, por fin volví a ponerme un dorsal. Fue en el campeonato de España, en Jaén. El resultado fue mejor de lo esperado, di un nivel bastante alto y llegué quinto, pero acabé destrozado, con dolores por todas partes. Quedé tan machacado que no pude volver a correr en un año. Tuve degeneración ósea con fracturas en vértebras y muchos problemas, después de aquella carrera…

Empecé un tratamiento para ganar densidad ósea y fue bien. Al cabo de un año, o sea, en junio de este 2022 volví a correr otra vez, primero en Ubidea y después en Basajaun.

 

¡Y allí, en la Basajaun Trail Race, ganas! ¿Qué sentiste al ver que llegabas primero?

Eso es. Basajaun Trail la organizaba Sergio Aramendía, que fue mi compañero en la salida de aquella sima. Desde que me localizaron estuvo en la boca en todo momento; me daba ánimos en euskera, tiró de la cuerda con la que me sacaron… Sentía que le debía el intentar la Basajaun, y la verdad es que yo estaba en un buen momento. El poder participar ya era mucho, el poder acabarla hubiera sido todo un logro, pero conseguir la victoria y poder dedicársela a él… Fue muy emotivo.

 

¿Antes de comenzar la prueba confiabas en obtener un resultado tan bueno, o fue algo que fuiste sintiendo durante la prueba?

Surgió así. Me veía bien y sabía que, si nada se torcía, acabaría entre los cinco primeros.  Hasta el kilómetro veinte me llevaron muy rápido Xabi Zarranz e Iñaki Olano. Me costó seguirles el ritmo, sobre todo en la primera bajada. Antes, bajar no solía ser un problema, pero ahora me siento muy torpe en las bajadas. En cualquier caso, a medida que avanzaba la carrera, me iba sintiendo mejor. Hacia el kilómetro 25 íbamos solos Olano y yo, y yo notaba que iba más fuerte. Él me animó a seguir a mi ritmo, a disfrutar de la carrera, así que me solté y llegué primero. La verdad es que acabé destrozado, me sobró la última media hora, pero el hecho de acabar una maratón, ¡de ganarla!, significó mucho para mí.

 Y sin embargo, lo más importante fue que al día siguiente pude volver a trabajar, pude volver con mi familia y sentirme bien, con agujetas, pero entero. Con eso me quedo, por encima de todo.

 

¿Cómo ves el futuro? ¿Qué planes tienes?

El futuro lo veo difícil. Sé que volveré a tener problemas óseos, articulares, etc, pero no me quedo esperando a que lleguen. El día que vengan los intentaré asimilar, o combatirlos, o lo que toque. Y entretanto, intentaré vivir con energía e ilusión; disfrutar de la vida en contacto con la naturaleza. Ya te digo, estoy convencido de que el ejercicio físico es el mejor remedio y la mejor prevención para lo que llegue. No creo que deje nunca de hacer ejercicio. Tal vez no pueda correr, pero haré otra cosa mientras pueda. Hay que crear fatiga para que el cuerpo responda y esté en plenitud.

En cuanto a mis planes, me gustaría seguir compitiendo. Me gustaría volver a la Zegama, que es nuestra carrera top, la que nos representa a los vascos. También me gustaría seguir ayudando a Ternua, porque encaja muy bien con mi visión y mis valores. El eslogan que escogí para mi reto en Urnieta, Ezina, ekinez, egina, es muy parecido al de Ternua, Non gogoa, han zangoa (donde van tus pensamientos, van tus pasos). En definitiva, esos son todos mis planes: seguir con ilusión, con ganas y siempre unido a la naturaleza y a la actividad física.

*Foto de portada, cortesía de @antxonpavon