Un artículo de nuestro friend y alpinista Oriol Baró, sobre sus últimas vivencias en Patagonia

El grave accidente que sufrí en septiembre del 2019, me hizo ser todavía más consciente de mi conexión con la Patagonia y sus habitantes. Mientras estaba empotrado en la cama del hospital, no podía parar de contestar mensajes y llamadas de todos los amigos del Sur del mundo, se preocuparon mucho y solo oír mi voz les tranquilizaba.

A la lenta recuperación le siguió la pandemia y el viaje planeado se fue postergando hasta el noviembre pasado, el primer día que la Argentina abrió sus fronteras al turismo me estaba tomando un vuelo.

Aterrizamos con Roger en Bariloche, donde nos esperaba Augusto con la camioneta. La semana que pasamos a orillas del Nahuel Huapi, cómodamente instalados en casa de Ramiro Calvo  pasó volando, todos los días teníamos un plan perfecto; escalada, cervecería y asado. Pero se intuía una pequeña ventana de buen tiempo que se aproximaba a el Chalten, y no nos la queríamos perder. Apurando un poco el paso todavía pudimos escalar dos ratitos en Piedra Parada, un hermosos lugar en medio de la estepa y llegar a Patagonia Sur con suficiente tiempo para preparar material y comernos el primer asado.

Patagonia Oriol Baró

La escalada a la Aguja Guillaumet fue excepcional, un día con un tiempo perfecto que permitió a Augusto despegar con su parapente desde la cumbre. Mientras escalaba los últimos largos de la clásica Fonrouge me empezaron a brotar las lagrimas, no lo podía crecer, estaba otra vez en estas rocas!

La vida social en Chalten se volvió intensa, asados, mates y muchas visitas, entre tanto los compañeros de viaje volvieron a casa y llegó Guillem. La motivación de este alpinista/runner no tiene limite y en un día ventoso subimos a la Aguja Pollone por la mas bonita de sus vías.

Al fin parecía que venia otro día perfecto, lo aprovechamos con Guillem y el "Pira" en la cara oeste de la Guillaumet, una vía de altísima calidad.

Otro asado mas para despedir a Guillem y por fin unos pocos días de tranquilidad, la vida en el Chalten puede ser todo lo agitada que uno quiera y este año lo había sido mucho, en esta semana pude disfrutar de la lectura, los atardeceres y las escaladas tranquilas alrededor del pueblo. Con la previsión de buen tiempo llegó otra vez el frenetismo y los preparativos, esta vez iríamos Martin, el Pira y yo a la oeste de la aguja de la Silla.

Esto ya fueron palabras mayores, mi maltrecha espalda sufrió lo indecible entre mochilones y vivacs, eso sí, siempre con una sonrisa en la cara. Casi sin darme cuenta ya estaba otra vez sentado en el avión camino del Pirineo, los recuerdos de los dos últimos meses vividos en la Patagonia van a perdurar.