Hay que aprovechar el tiempo que se nos da hasta el último minuto, porque no sabemos cuándo se va a terminar.

El alpinista catalán Bru Busom terminó el año 2022 con dos grandes hitos. Por un lado, pasó a convertirse en parte de la familia de Ternua como nuevo Friend de la casa. Por otro, se llevó a casa el galardón de la FEDME a la mejor actividad de alpinismo extraeuropeo por su apertura de Ànima de Corall, una vía que recorre la cara este del Siula Grande y que abrió en colaboración con Marc Toralles y Roger Cararach.

En esta, su primera colaboración con nuestro blog, hablamos precisamente de esa apertura en una de las montañas más míticas de la cordillera de Huayhuash. Así se gestó Ànima de Corall:

Bru, para abrir Ànima de Corall hicieron falta dos expediciones. Empecemos por el principio, ¿qué pasó en el intento de 2019?

En 2019 la pared este del Siula Grande todavía no había sido escalada por nadie. Ese año nos acercamos hasta allí para intentar ser los primeros. Íbamos Marc Toralles, Roger Cararach y yo. El mayor reto era llegar a pie de vía, ya que sabíamos que no era fácil y que otras cordadas habían fracasado al intentarlo. Antes de empezar no lo teníamos nada claro, pero en una semana conseguimos descifrar el enigma, y con mucha motivación, empezamos a escalar la pared. Nos encontramos con una roca que no nos dejaba proteger al gusto y que para superar las dificultades tuvimos que realizar más artificial de lo esperado. Esto nos retrasó, pero seguíamos centrados en el objetivo y, cuando pensábamos que habíamos superado la parte más compleja, cayeron unas piedras. En ese momento nos parecieron anecdóticas, pero nos hirieron y nos obligaron a renunciar a nuestro sueño. Aun así, estábamos contentos, porque habíamos sido capaces de llegar a la pared y encontrar una línea que prometía.

¿Hasta dónde llegasteis en aquella primera ocasión siguiendo esa línea?

Llegamos a la mitad de la pared. Casi habíamos superado la parte más vertical, pero todavía quedaba mucha aventura para llegar a la cumbre.

El hecho de haber tenido que retiraros tocados no os disuadió de volver a intentarlo ¿Teníais claro que volveríais desde que os marchasteis, o fue algo que surgió luego, estando más tranquilos en casa?

En ese momento pensábamos que habíamos tenido mala suerte, porque durante los tres días que estuvimos en la pared no cayó casi nada. Cuando bajamos teníamos clarísimo que al año siguiente volvíamos. Dejamos incluso las estacas a pie de vía. Aun así, bajamos contentos, porque teníamos el reto muy bien encaminado y con la logística clarísima para el siguiente intento.

¿Os enfrentasteis a la pared de otra forma, en esa segunda ocasión, sabiendo que el lugar era peligroso?

Es que de llegar no teníamos esa idea. Fue cuando nos encontramos con los italianos que nos contaron que la caída de piedras era constante y que les daba miedo. Ellos pensaban que igual era el viento de esos días. Pero vimos que el responsable era el sol y que por las mañanas era mucho más peligroso que por la tarde.

Habéis dicho que <<la fortuna de la cordada ha dependido de la suerte>>; de la cordada, ojo, no de la escalada. Suena a que el sitio es realmente comprometido…

Hubo momentos con demasiado azar. Caían muchas piedras y estábamos muy cerca de su trayectoria. Sufrimos para superar la presión del momento, pero íbamos un poco ciegos de motivación y pensábamos que con las precauciones que tomamos era suficiente. En frío vemos que tocamos la línea roja, que igual no valió la pena esa lucha, pero lo que más me gusta de la montaña es cuando todo mi cuerpo y mi mente están enfocados en vivir el presente al cien por cien, y esas horas, esos días, fueron magia para saborear esa intensidad. Ahora no volvería a ese lugar, ¡pero quiero volver a vivir esa intensidad sin que tenga que ser una diana con patas..!

¿Tomasteis alguna precaución especial para minimizar el riesgo?

Jugamos con el horario. Tratamos de cruzar las partes más peligrosas por las tardes ya que al ser frías, la montaña estaba mucho más quieta. Pero había que cruzar esas zonas y nadie nos aseguraba que donde habían estado cayendo piedras hacía un rato no fuesen a caer más mientras pasábamos.

Por otra parte, Marc se enfrentaba a su primera gran actividad después de un accidente grave y todavía iba algo tocado. ¿No pensasteis en volver a retrasar el intento un año más?

Marc venía tocado, pero había hecho un esfuerzo enorme para tratar de estar a la altura de la actividad. Su ilusión era suficiente motivo como para intentarlo.

Has hablado del equipo italiano. Ellos ya estaban en el CB cuando llegasteis, buscando abrir una vía en la misma pared. ¿Qué tal fue la relación con ellos?

Desde el primer momento tuvimos un trato muy agradable y amigable. Nos ayudamos mutuamente en todo momento. Volvimos a casa como nuevos amigos.

¿Sabíais con antelación que iban a intentarlo? ¿Influyó eso en el hecho de que os presentaseis allí incluso estando Marc algo tocado?

Si, sabíamos que iban, porque se pusieron en contacto con nosotros para saber cómo habíamos hecho para llegar a pie de vía. Les dimos toda la información que teníamos, sin problema. Pero sí, el hecho de que ellos fueran a intentarlo nos decidió a volver, incluso aunque Roger no pudiera sumarse. Era un proyecto de los tres y nos hacía mucha ilusión terminarlo juntos, pero hay que reconocer que parte de esa ilusión se debía al hecho de que se trataba de una pared virgen en una montaña y un macizo emblemáticos. Sin ese elemento, si los italianos hubieran culminado la vía, se perdía parte de la esencia del proyecto. Roger era perfectamente consciente y por eso nos animó a ir, cosa que finalmente hicimos.

Descríbenos un poco la vía y por qué tuvisteis que escalarla en dos estilos distintos.

La primera parte es escalada en roca pura, donde la temperatura roza el limite para poder escalar con pie de gato y sin guantes. Las fisuras que ofrecen las debilidades de la pared son muy ciegas y cuesta mucho proteger, y a veces toca escalar en artificial. Por este motivo tuvimos que ir en estilo Big Wall, para poder arrastrar todo el equipo para la escalada más alpina que nos íbamos a encontrar en la parte superior.

Una vez allí, nos encontramos una roca muy descompuesta, en la que aún costaba más protegerse, y la solución que encontramos consistió en ir buscando las nieves inconsistentes para superar los muros de escombros que teníamos que cruzar para alcanzar la arista final. Luego, una vez en el filo, tuvimos que recorrer una larga arista con diferentes seracs a superar, que nos dejó finalmente bajo el glaciar que había justo bajo la bonita y afilada cumbre.

Con tanta tensión, ¿dirías que disfrutasteis la escalada?

Disfrutamos de la intensidad, de la aventura, de la incertidumbre, de la compañía, del reto, de la ambición, de largos técnicos y expuestos… En fin, de todo. Igual hasta demasiado. Es verdad que la línea roja estaba allí, presente en todo momento, pero al final, el recuerdo que me queda al cabo de unos meses es de felicidad máxima.

Llamasteis a la vía Anima de Corall, explícanos por qué.

Ànima de corall es el nombre de una canción de Guillem Ramisa, un cantautor catalán. Es una canción que habla de la despedida de una amiga que perdió la vida el año pasado. Una chica que vivía con intensidad, que vivía el presente, y que era muy amada por los suyos. Fue una lección de vida. Hay que aprovechar el tiempo que se nos da hasta el último minuto, porque no sabemos cuándo se va a terminar. Así que el nombre es un homenaje a ella y a todos los que viven la vida con intensidad.

Y os habéis llevado un premio de la FEDME a la mejor actividad de alpinismo extraeuropeo.

Y estamos muy contentos por ello. Agradecidos de que se valore nuestro esfuerzo. Estos premios nos ayudan a poder plantearnos económicamente nuevos retos.

Pero, aunque la mochila se va llenando de buenas experiencias y premios, todavía me atrae mucho más soñar con lo que viene, que no pensar en lo que ya ha pasado.